El pasado viernes, la Hermandad del Dulce Nombre dedicaba una misa a su titular cristífero, recién llegado de ser restaurado en Sanlúcar de Barrameda por D. Jesús Guerrero. Sin duda una gran intervención que ha venido a redescubrir a los cofrades de Arcos -y a muchos de su propia Hermandad- al Cristo de las Penas, uno de los más antiguos de la ciudad, tallado en 1585 por Miguel Adán. Siempre desapercibido en los brazos de su bendita Madre de la Quinta Angustia, este Cristo ha recuperado un esplendor perdido hace muchos años, alumbrando un nuevo sendero de cara a su propia devoción.
De hecho no es la primera vez que pasa en esta Hermandad. Ya en 2012, la Virgen de la Quinta Angustia fue restaurada con gran acierto, obteniendo a partir de entonces una atención mayor por parte de muchos hermanos que durante años se centraron mucho más en el Niño del Dulce Nombre. Se pone así de manifiesto el papel que puede llegar a tomar una buena restauración de cara al poder devocional de una imagen, así como la importancia de que las Hermandades inviertan también en la conservación del patrimonio.
La conferencia
Tras la Eucaristía, presidida por el párroco de San Francisco D. Jorge Manrique, se ofreció una conferencia sobre el proceso de restauración. Sobre el material fotográfico proyectado, el restaurador habló de cómo se han eliminado suciedad y repintes, o de la poca profesionalidad de la última restauración, en los años noventa, por parte de los denostados talleres de Isbilia. También de la eliminación de un mechón de pelo que no era original y quitaba visibilidad a la cara y el tallado del pelo, así como de una recuperación del paño de pureza, que también tenía algunas incorporaciones posteriores.
Un punto clave eran las articulaciones. Se ha procedido a cambiarlas por otras que den más movilidad a los brazos, con unas prótesis en vez de las cubiertas de cuero, que dan más consistencia al conjunto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario